jueves, 17 de agosto de 2017

Mi cama fría.

Mi cama está fría, como el último aliento que exhaló todo lo que vivimos.

Mi cama está fría y el calor que me embargaba se apagó, como la llama que estuve esperando todos estos meses, el rescoldo que salvase nuestra ausencia.

Todo el dolor se hace sordo en el silencio que reclamas cuando no estás, el vacío que dejas por elección propia. No puedo acallar la culpa, que tras todo este tiempo de indiferencia ahora decide hacerme partícipe de una decisión que nunca vi clara, que me impidió hacer de esto algo definitivo, torturándome cuando sobreviene el silencio.

Mi cama está fría; y caliente mi pecho y mi mente, con el recuerdo de lo que fuimos y aún somos en la esperanza de mi alma, en la imagen que atesoro de todas las cosas bonitas que vivimos, dijimos y pensamos. Ahora soy yo, sin aderezos ni medias tintas, buscando entre los escombros lo que queda de mí y reconstruyéndome con las partes que dejaste.

Mi cama está fría, como yo lo estaba cuando pensaba en tomar este camino, mucho más simple en solitario, con propio ritmo y sin tropiezos, pero también sin nadie que me ayude a levantarme cuando esté hundida. Me inunda el calor cuando pienso en todos esos últimos, los que me pediste y no quise darte, y los que ahora, presumo, unirían las partes de este todo que ya no existe.

Soy un puzzle al que le faltan piezas, perdidas en la inmensidad de esta soledad amarga, ingrata y fría, como todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo cuando pensaba en ti hace semanas.

¿Cómo es posible que unas palabras puedan cambiar la indiferencia por añoranza, y atraer el hielo en el que ahora reposo, derritiéndome en los rescoldos del recuerdo de tu cuerpo tumbado a mi lado, cálido, suave? Un hogar donde ya no me siento bienvenida.

Elegí el camino fácil para dejar de pensar, y mi castigo es el sufrimiento de la duda eterna, no pudieron discernir entonces ni ahora, los sentimientos y la lógica agolpados en un solo susurro, acallando los gritos de mi mente dándome puñaladas en el pecho.

El único refugio, que fue mi cama, cálida, llena, quedándose pequeña; ahora está fría y vacía, como mi mente, que se ampara en lo que fue y perdimos por jugar con fuego, sublimando sentimientos, destruyendo lo que construimos juntos, convirtiendo la convivencia en una batalla en la que ambos salimos heridos.

No surge el mismo dolor de mí, mana la culpa, que prima sobre el arrepentimiento, pues reconozco que en el fondo me engaño y solo busco el cariño del que he sido dependiente debido a la costumbre. No podemos unir las piezas, porque muchas se han perdido y otras, a pesar de todo, nunca encontrarán pareja, pues se han quedado ancladas en el hielo de mi cama, en el frío de mi almohada, quemándome.

Ojalá pueda ser fuerte, por ti y por mí.

Me sorprende como aún soy capaz de ponerte a ti delante a pesar de todo, la tentación llama y sé que el calor espera, para volver a entrar y llenar mi vida con un triste sucedáneo de lo que fuimos, pero tú no te lo mereces.

Sé que puedo, cuidando en la distancia de ti y de mí.

Apelo a la cordura que me queda, busco la racionalidad que me dirige hacia la espera prudencial que necesitas, aunque me arda y me abrase la amargura de la soledad, el silencio y la calma.

Siempre te consideré un loco y ahora en el invierno de mi cama sé que lo fuiste, atrayendo la vida a mi mundo, dándome todo lo que no quería pero pedía a gritos bajo la coraza que me arrebataste. Volveré a reunirme conmigo, dentro de la fortaleza que creé, aunque no recuerde como, para cuidar de ti y salvarte de este monstruo que tengo en el pecho, desgarrándome para salir en tu busca. Sé que realmente no serías capaz de suplir todas sus carencias, porque no es racional, es egoísta, y ese ego de Freud (tuyo y mío) es el que logró destruirnos.

Llenaré el vacío frío de mi cama con tu ausencia y con mi ego, lucharé por el niño que sé que eres, que no tiene que sufrir esta condena de mis indecisiones, más allá de lo que ya conoces. Debo ser mi coraza y la tuya, mi amante, mi vida, mi luz y mi oscuridad; para sustituir las horas que vivimos, que son pasado, que no van a volver por mucho que las reclame gritando.

No sería justo para ti conocer todo esto, mi ego es mi demonio, y a ti te sobra con el purgatorio al que te condenaste al no saber conservar todo lo que habíamos creado. Sufriremos juntos pero en la distancia, pagando por nuestros pecados sin saber nada del otro, hasta que mi cama esté caliente, hasta que mi cuerpo sea mi santuario y el tuyo no suponga más que un lugar bonito que visité, como un monumento perdido en la memoria de una larga vida, la mía.

Aún viéndolo imposible en tiempo presente, te unirás a la lista que forman mis otras debilidades, mis otros trocitos de ego, aquellos que tampoco lograron quedarse a llenar el vacío de mi cama, de mi vida, de mi mente, de mi alma.

Descansa en paz como el recuerdo del que ahora formas parte, porque con este texto espero sentenciarte al único lugar al que puedes pertenecer hoy, el iceberg de al lado de la cama, que se aleja navegando hacia el horizonte después de haber destruido mi titanic, dejándome en tetania.

Hasta que el tiempo decida liberarme de las cadenas que yo misma me he impuesto, esta sentencia eterna que supone rodearme de camas frías y lágrimas calientes, sin hombros ni caricias reconfortantes, sin palabras pequeñas que me eleven.

Estoy sola.

Conmigo.

En mi cama fría.

Y soy suficiente.