martes, 2 de febrero de 2021

No entiendo el juego de los sentimientos.

No entiendo el juego de los sentimientos. 


De verdad, no me entra en la cabeza. ¿En qué momento se convirtió en costumbre jugar al despiste? ¿Cuándo nos inundó el egoísmo y el querer pasó de ser un acto altruista a una huida encarnizada en la que el que se enamora, pierde? ¿Por qué es tan difícil lidiar con las emociones y, cuando nos asaltan las dudas, es un imposible disiparlas con la persona implicada, dejando claras nuestras intenciones?


Me encantaría que una relación fuese como un contrato. O mejor aún, como una sesión de terapia. Mi meta en la vida es encontrar una pareja que sea tan sincera conmigo como con un@ psicólog@, y viceversa. Pero eso no quiere decir que yo deba hacerme responsable de los traumas y la salud mental de nadie, que nos conocemos. Somos adultos, seamos sensatos.


Han pasado años desde que sentí por última vez ese cosquilleo, esa emoción, esas ganas de experimentar, de conocer, de acercarme. Por mi vida han pasado personas que quizás, llegaron en un momento inadecuado. Pero más allá de la circunstancia temporal, aunque haya intentado forzarlo, no ha nacido en mí el interés, no ha habido chispa, y mucho menos... Llama. ¿Me habré quemado? ¿Me habré gastado? Quizás estoy rota de tanto uso que me dieron... Culpa mía, por dejarme usar, como un muñeco de trapo.


Llevo años pensando que tengo un problema. Este verano serán 4 años en soledad, en todos los sentidos. Ha habido idas y venidas, por descontado, pero viéndolo en retrospectiva me doy cuenta de que no fueron deseadas, ni siquiera tenía ilusión... Me estaba forzando. Desde mi tierna adolescencia estuve años encadenando relaciones, uniendo personas como eslabones de una cadena, dejándolos undirse en la arena a mi paso, como huellas en la orilla, que el mar se llevó con cada ola. Y en algún punto de la forja... Me quemé, me agoté, agonicé con unos últimos coletazos de rabia y luego, vacío. Silencio. Frío.


No he vuelto a encontrar a nadie que me haga sentir absolutamente nada parecido al querer. Quizás si una pequeña atracción, una emoción pasajera, que terminó esfumandose con el paso de las horas, dejando a su espalda un nuevo reguero de indiferencia.


Ya pasan casi 4 años y me acuerdo poco de  esos capítulos que dejé atrás, no porque no me marcasen (por descontado, pues formaron parte de mi vida), sino porque están enterrados bajo la loza de la impasibilidad, junto a los recuerdos que llevan ligados. Esta etapa me ha llenado, a la vez que es vacío, porque a pesar de que ha desaparecido esa parte del amor romántico (cogido con pinzas, dejando a un lado el ideal tóxico que impera en la sociedad y que nos vende la industria), mi atención se ha desviado a otros tipos de querer: a mi familia, a mis amigas, a mi perra, a mi entorno, a mi carrera, a los lugares que me acogen y se vuelven casa. Y sobre todo, a mí. 


He dejado de odiarme profundamente por no ser suficiente de cualquier cosa: por ser fea, por ser perezosa, por no estar delgada, por tener celulitis, el pecho caído, las cejas poco pobladas, un diente torcido. Me he odiado de mil formas: por mi físico, por mis actitudes, por mi forma de vivir, por mis gustos, mis emociones y mi ausencia de ellas. Y me he querido muy, muy pocas veces. A pesar de que me sobran motivos. ¿Quién decide qué es bello? Yo, por supuesto. ¿Quién decide lo que es bueno o malo? Depende. Lo que sí que tengo claro ahora es que prefiero analizar los motivos de un comportamiento, un suceso, una acción, en lugar de emitir un juicio por ellp, para así poder aprender de cada vivencia y su significado. 


El camino del autoconocimiento es duro, como caminar por una playa llena de cantos rodados descalza, a veces están secos, hace sol y queman; otras están húmedos, llenos de musgo, y resbalas. Y te caes, mil veces. Y los caracoles de las piedras te surcan la piel con cortes finos como el papel, y el salitre escuece... Pero estás viva. Es difícil aprender a aceptarse para luego, quererse. Es complejo afrontar la realidad, abrirse en canal sin miedo a los juicios ajenos, que no te afecten... Porque nadie está obligado a formar parte de tu vida, no importa el lazo que compartas, tu prioridad debes ser tú, en lo que a relaciones personales se refiere. Se me ocurre una excepción y es quizás la relación entre padres, madres e hij@s, sobre todo cuando estos últimos son pequeños y dependientes, pero es una disertación a tratar más adelante.


Quererse a veces es feo. A veces supone mirarte al espejo y no ver nada que te guste, pero tener que decirte cosas bonitas, porque hablarte de forma amable es primordial. Trátate con respeto, aunque a el reflejo no te responda, aunque no te reconozcas, estás ahí, debajo del miedo. Y partiendo de esa base: del amor (propio), es cuando creo que al fin puedo empezar a vislumbrar el sentido de todo esto. No he tenido una relación sana nunca, jamás en mi vida. Porque todas partían de las inseguridades y los traumas (propios, pero también ajenos) mal gestionados, como cargas para el otro que muchas veces, ni siquiera los comprende. Darle a alguien el poder de conocerte, que supone abrirte y ser sincera, solo puede hacerse desde dos actitudes, bajo mi forma de verlo: o estás loc@ y eres un negligente irresponsable, o te quieres mucho y sabes que si esa persona no se comporta de la manera adecuada, sabrás gestionarlo y seguirte queriendo. Yo siempre me he encontrado en un limbo entre ambas, andando a medio gas, sin entregarme por completo a nadie ni nada. Pero ya vale. Vamos a concedernos el placer de mostrar el emponderamiento desde la inteligencia emocional, el autoconocimiento y el amor propio, como base para construir relaciones personales sanas.


Así que vamos a querernos mucho, a nosotr@s, y a transmitir este sentir como un manifiesto. Hoy se acaba la abulia, se acaban los engaños y las medias tintas. Quiero exponer mi contrato y mis condiciones, comunicarme, conocerme y conocer lo que me rodea. Ser feliz es una responsabilidad más de la vida, y debemos hacernos cargo también de ella. Pedir ayuda no es de débiles, y expresar sentimientos, exigir cuidados recíprocos y comunicación, tampoco. Seamos claros, y después, ya gestionaremos las consecuencias. 

Y mientras, sigamos aprendiendo. 


Feliz vida. 

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